Al margen de sus valores arquitectónicos (es un buen exponente del purismo neoclásico romano), la Plaza Nueva tiene el carácter de referente urbano. A ello ayuda su corredor cubierto y sus arcadas, donde un recorrido jalonado de restaurantes y bares mantiene la animación todo el día. Fue inaugurada en 1851, tras un proceso de construcción muy complejo que duró sesenta y cinco años. Desde entonces, no ha perdido nunca su papel protagonista, algo que se refleja especialmente los domingos, un día de mercado para público y coleccionistas.